“Esta pasada madrugada, sobre las cuatro, cuando me encontraba acompañando a un enfermo, he cerrado los ojos un par de minutos y al abrirlos veo que un hombre sale sigilosamente de la habitación con mi móvil y el cargador. Al ver que despierto, salió corriendo por el pasillo y las escaleras, mientras que yo iba detrás gritando. Entonces tiró los objetos y pude recuperarlos”. Así relata una lectora de este diario el suceso que ha vivido en la planta de Cardiología del hospital cartagenero de Santa Lucía, donde, al parecer, no es un hecho aislado este tipo de actuaciones delictivas.
El suceso, como es obvio por la hora y el lugar, ha alertado a toda la planta, pues la víctima iba gritando “¡seguridad, seguridad!, tratando de avisar al servicio de vigilancia privada del complejo. El ladrón, un varón de mediana edad, también se había asomado poco antes en otra habitación de la misma planta, pero al ver que el acompañante estaba despierto, optó por no entrar.
Montserrat, que es el nombre de la persona que ha sufrido ese percance, el cual también ha difundido por redes sociales, asegura que ha recibido diversos comentarios de que este tipo de robos “se están dando en el hospital de Santa Lucía de un tiempo a esta parte, con personas que acceden al interior del complejo sin problemas, unas veces de día y otras de noche”. Su forma de actuar es muy simple, asomarse al interior de las habitaciones y si ven que no hay acompañantes y que los enfermos están durmiendo o no están, entrar para llevarse los objetos de valor que encuentran, como carteras y teléfonos móviles, que, al parecer, son los más codiciados. “He conocido también el caso de que a un familiar de un ingresado, que en ese momento estaba durmiendo, le arrebataron la cartera, con su documentación y dinero”, apunta.
Montserrat afirma que la sensación de inseguridad afecta a enfermos, acompañantes y personal, por la facilidad que tienen los ladrones de acceder, y pide a las autoridades sanitarias que extremen las precauciones, ya sea contratando más personal de vigilancia, instalando más cámaras de seguridad o restringiendo el acceso a las plantas a partir de determinadas horas. “Un día puede ocurrir algún incidente mucho más desagradable. ¿Será necesario esperar a que se produzca ese algo más gordo para que las autoridades tomen cartas en el asunto?”, se pregunta.
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